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No seas tú peor enemiga. Se más compasiva contigo misma

Casi siempre cuando vemos nuestro reflejo en el espejo, lo primero que hacemos es criticarnos y tratarnos como nuestra peor enemiga, por no estar de acuerdo con lo que vemos.

Empezamos a buscar los defectos que tenemos: las ojeras, las arrugas, las canas, entre otras… Y en modo auto crítica destructiva, pasamos el día.

Si estas en el trabajo, te recriminarás por no ser una buena profesional. Si estás en la casa, criticas tu desorden, si estas en la ducha criticas tu cuerpo.

En conclusión, pasas todo el tiempo en el recurrente el pensamiento: “soy un desastre”.

¡Basta YA! Es hora de cambiar ese pensamiento. Ser tu propia enemiga todo el día no te ayuda nada, te hace infeliz e insegura.

Por eso queremos mostrarte, paso a paso, cómo deshacerte de esa despiadada crítica interna que siempre te acompaña.

  1. Aceptarte como eres.

Lo que creemos respecto a nosotras mismas es algo tan arraigado que no cuestionamos cuánto hay de cierto. A lo que nos dijeron de pequeñas, añadimos nuestra experiencia por algún acontecimiento puntual. Soy gordita, bajita, no puedo con los idiomas, cocinar no es lo mío, nunca he sido buena en esto, soy pésima en aquello…

Para ya de criticarte, escúchate y cuestiona tus creencias.

Es interesante revisar nuestras creencias cada cierto tiempo, ver si siguen vigentes y si tienen sentido en nuestra circunstancia actual.

Muchas veces son limitantes y te llevan a no intentar determinadas cosas porque “sabes” de antemano que no vas a poder.

Trata de ver el mundo con mente de principiante, sin prejuicios y observa las cosas como si te enfrentases a ellas por primera vez.

  1. Lo pasado pisado.

Volver al pasado y empezar con las interrogantes de si hubieras hecho esto o aquello. Lo que fue no será

Nuestra forma de actuar fue la que nos pareció más oportuna en aquellos momentos, con nuestra experiencia, nuestros miedos y nuestras posibilidades.

Define tus metas a partir del presente, aprovechando la experiencia del pasado.

  1. Que te juzguen otros. No lo hagas tú.

Tenemos defectos y virtudes, aunque tendemos a magnificar nuestros puntos flacos y pocas veces nos felicitamos por nuestros logros.

Somos nuestra peor enemiga y las cosas nos salen mal porque no las planteamos bien.

Al final tenemos lo que nos merecemos, por falta de habilidades, de motivación o de tiempo.

¿Y si pruebas a quererte un poquito y a ser más permisiva contigo?

¿Cómo puedes pretender que te valoren los demás si la primera que te quitas mérito eres tú misma?

Ya que somos tan concienzudas, minuciosas y detallistas a la hora de encontrarnos defectos, seamos igual de analíticas buscando nuestros puntos fuertes.

  1. Perdónate.

Tratamos de ser justas y perdonar los errores ajenos, ¿por qué no somos un poco más permisivas también con los nuestros?

Nos recriminamos lo que hicimos mal, lo que estamos haciendo mal y también por lo que no vamos a saber hacer bien.

  1. Redefínete.

Tan ocupada juzgándote, creyendo que no puedes cambiar, dando vueltas a lo que hiciste o dejaste de hacer, que no te paras a escucharte.

Si dejas de ser tu peor enemiga, podrás definir tus objetivos y, una vez hecho esto, optarás por la acción o por la omisión.

Cambia lo que esté en tus manos y olvídate de lo que no puedes cambiar.

Deja de dar vueltas al pasado y de pensar lo que pudo haber sido.

Mira al frente y decide cómo quieres ser.

No juzgarte y ser más compasiva contigo misma probablemente no te hará más eficiente pero sí más feliz

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